Mis propias razones


Eva contempló el cuaderno durante lo que se le antojaron horas. No quería abrirlo, no quería leer los últimos pensamientos de Damián. No quería descubrir las razones por las que se había quitado la vida. Finalmente reunió el valor necesario y lo abrió. El cuaderno estaba en blanco.
Días después, angustiada y confusa, Eva cogió un boligrafo y empezó a escribir.

J. K. Vélez